Lo no-dicho como operador en la clínica con niños y adolescentes1

Miriam Debieux Rosa

Resumen

La autora se propone mostrar lo no-dicho como un operador que permite conocer la articulación de los discursos de los padres y del niño con el síntoma. Pretende demostrar, particularmente, la relación de los síntomas en la infancia, específicamente los retrasos en el desarrollo y los trastornos de aprendizaje y de conducta, que supuestamente el niño no conoce y que son relatados al analista por los padres. También pretende demostrar la complejidad con que los conceptos de alienación y separación se hacen presentes en la clínica. Con relación a la intervención, señala algunas direcciones en el desarrollo del texto.

Palabras-llave: no-dicho, historia, psicoanálisis con niños, psicoanálisis con adolescentes.

The unspoken as an operator in the psychoanalytical clinic whit children and adolescents.

Abstract

I intend to demonstrate that the "not-said" is a clinical instrument which enables us to get to know the articulation of the parents' speeches and that of the child with the symptom. More specifically, I intend to demonstrate the relationship between the symptoms in childhood, particularly that of delayed development and learning and behavior disturbances, and the data of the history of the child and/ or of the family, which supposedly the child does not know and is told to the analyst by the parents. I also intend to demonstrate the complexity with which the concepts of alienation and separation make themselves present in our clinical work. In relation to intervention, I make some indications throughout the development of the text.

Key words: "not-said", history, psychoanalysis with children, psychoanalysis with adolescents.

Presentaré en este trabajo algunas de las preocupaciones y reflexiones frente a las dificultades en la atención psicoanalítica de niños y adolescentes. Me propongo mostrar lo no-dicho como un operador que propicia percibir como se articulan los discursos de los padres, del niño y el síntoma. Mas específicamente, pretendo demostrar la relación del síntoma en el niño, particularmente los retrasos en el desarrollo y los trastornos de aprendizaje y de conducta, con los datos relativos a la historia del niño y/o de la familia, relatados al analista por los padres, los cuales, supuestamente, el niño no conoce; esto demuestra la complejidad con que los conceptos de alienación y separación comparecen en la clínica. Con relación a la intervención señalo algunas direcciones durante la discusión.

Lo no-dicho surge como operador en la clínica

Utilizo como emblemático un primer caso en que este tema me enlazó, atendido en ambulatorio de salud pública, en el que la madre fue llamada para entrevista y llevó a Juan, de seis años, quien se quedó junto a ella jugando en la sala. Ella relató que adoptara a Juan pues su madre, una pariente lejana, muriera loca después de algunas internaciones psiquiátricas. Explica que nunca contó los hechos al niño esperando que creciese para comprender lo que sucedió. Quedé sorprendida e intrigada. Ella afirmaba que el niño no sabia de algo que relataba... ¡en su presencia! Pregunté si aquella situación era común a lo cual ella me dijo que si, que lo comentaba con vecinos y parientes pero que le parecía que el niño estaba distraído y no prestaba atención. Quiero resaltar que la queja sobre el niño era, mas allá de miedos, que, en la pre-escuela, era disperso, desinteresado de las tareas escolares y que solo quería jugar. La escuela pensaba en retraso en la adquisición de los prerrequisitos para la alfabetización.

Al atender al niño, este realmente no mostraba indicios de saber de la adopción y de los problemas se su madre de sangre. Empero, sus dibujos y las historias que inventaba eran alusiones casi directas a los hechos excluidos de su relato verbal.

La situación es aparentemente absurda porque lo que seria un secreto, lo que el niño no sabe es, muchas veces, oído y/o visto. Con otros tipos de historia, con otros temas varias veces la cuestión aparece en la clínica.

El absurdo está apoyado en la insólita observación de que el síntoma en el niño es atravesado por lo no-dicho de los padres. Insólita en la medida en que se mira a partir del imaginario social que afirma el campo de lo individual. Pero que permite comprender lo que significa decir que el inconsciente es el discurso del Otro.

Se hace necesario, por lo tanto, el análisis del discurso del Otro que atraviesa al niño para comprender su síntoma. Para esto hay que enfrentar la articulación entre la constitución subjetiva y el discurso, enfatizando aquí el efecto del discurso, particularmente lo no-dicho en la producción sintomática del sujeto. Trabajamos en el análisis con niños suponiendo que conduce a la producción de significaciones sostenidas en la escena fantasma tica. Esta se constituye como matriz imaginaria del sujeto, que es retomada en el análisis. La escena establece la relación del sujeto con el objeto del deseo y su lugar en ella. De ella emana un mandato del cual el sujeto reconoce los efectos y par los cuales busca una causa, una realidad que los soporte. Se depara con algo que, al ser objetivado, se pierde, pues no tiene la consistencia de un hecho sino que es regulado por un discurso. Hay una exterioridad que habla en el sujeto, un mandato que lo induce a la posición indicada en el fantasmaza falta de una realidad que soporte su posición, la coloca como una posibilidad entre otras, retirando la connotación de un destino inexorable.

La hipótesis desarrollada sobre la producción del síntoma en el niño es que hay efectos en la constitución de la subjetividad cuando hay distorsión, supresión o interdicción de significantes fundamentales pues estos impiden la articulación significante y la producción del sentido. Constatamos que determinados no-dichos bloquean la articulación del significante y en su lugar preconizan una única versión como la verdad, que no se presenta como un significante sino como un significado que sintetiza el ser del niño. Este, en la imposibilidad de articular sus saberes, los expresa en el síntoma, sea alterando su posibilidad de conocer y aprender, sea transformándolos en actos, aspectos de lo no-dicho.

Constatando la alienación y la separación a partir de lo no-dicho

El valor de la palabra y la fuerza de lo no-dicho se expresan en el cotidiano y conocido contrato: "no se lo cuentes a nadie", que ejemplifica como lo dicho, mucho mas que la acción, es frecuentemente interdictado. Tal observación del cotidiano muestra como es de conocimiento público el poder de la palabra. Considérese el caso clínico del Hombre de las ratas2 quien, en un recuerdo de los 4 a 5 años, relatado en análisis, pide permiso para esconderse bajo la pollera de la niñera, la Srta. Robert. Ella consiente siempre y cuando el no le diga a nadie. La orden de no poder hablar de la Srta. Robert y de tantos otros, demuestra que se sabe del poder y riesgo de la palabra y que los dichos son apenas los posibles. Lo que llamamos de dichos posibles son los proferidos en el juego con lo no-dicho y se caracterizan, en su mayoría, por ser tomados, por aquel que dice, como malentendidos o mal-dichos3 por parte del oyente.



El no decir - los secretos, la supresión de datos de la historia - aparece con frecuencia en casos de adopción, muertes, enfermedades, defectos, asuntos de orden moral como delitos, injusticias, infidelidades, etc. Varios autores se detuvieran a preguntar sobre sus efectos. Julien4 se pregunta como conducir la transmisión de la historia notando que los niños del nazismo, tanto hijas de judíos como de alemanes, son mantenidas lejos de la historia de sus padres.

Hago notar algunos elementos sobre el poder de la palabra. Son ellos: los enunciados no valen por sí, por lo explícito, por el hecho en sí relatado, sino por la enunciación concomitante y por la posición del hablante. De esto se sigue que enunciar supone la implicación del sujeto frente al objeto; mas que el contenido de lo dicho es esta posición que habla - a esto Lacan se refiere cuando dice un discurso sin palabras.

El poder de nombrar los objetos estructura la propia percepción, produce realidades. Es allí que interviene la relación simbólica, enseña Lacan5. Si estuvieran apenas en una relación narcisista con el sujeto, los objetos no serían nunca percibidos as no ser de manera instantánea. La nominación constituye un pacto por el cual dos sujetos, al mismo tiempo, concuerdan en reconocer el mismo objeto. Si el sujeto humano no denomina, si los sujetos no se entendieran sobre ese reconocimiento no habría mundo alguno, ni siquiera perceptivo, que se pudiera mantener por mas de un instante.

La dimensión simbólica da pistas de cómo el sujeto se puede desarrollar, trascender lo empírico, lo inmediato, lo sensible. Las fallas en la simbolización redundan en veredictos o enmudecen en lo sin sentido, cuando el hecho es tomado como experiencia de valor traumático.

La ideología induce a otro malentendido y, por que no, mal-intencionado, que es la idea de una historia escrita y ya-dicha. La impresión de que ya se sabe de lo que se trata trae alivio y satisfacción, borra el proceso de producción de sentido pues un único sentido, una única versión, escribe la historia. Esta es, con propiedad, la censura, o sea, la prohibición imaginaria. No poder circular entre las varias posibilidades de sentido asfixia al sujeto, instituye su lugar social en una formación imaginaria y fija la posición del sujeto frente a los otros, en la escena social.

Es inútil hablar pues todo está, desde siempre, dicho. Esta es la alienación mas profunda del sujeto de la civilización científica y es ésta la que reencontramos, en primer lugar, cuando el sujeto comienza a hablar de si. Lacan6 esclarece que la tercera paradoja de la relación del lenguaje con el habla es la del sujeto que pierde su sentido en las objetivaciones del discurso. Nada está dicho si el sujeto se pone fuera de la garras de la ideología y del discurso científico.

De este modo, la importancia de la palabra se refiere también a que, mas que la vivencia, lo dicho tiene valor en tanto en cuanto palabra que funda el hecho y hace registrar la historia. Historia no tomada como hechos, sino como tramas de significados, tramas de sentido. Este dicho, bien dicho, abre la dimensión subjetiva y remite a la intersubjetividad.

Así se expresa Lacan en el capítulo "Función y campo de la palabra": "...es el mundo de la palabra que crea el mundo de las cosas (...) es el habla presente que testimonia en la realidad actual y que la funda en nombre de esta realidad. En esta realidad solamente el habla da testimonio de esta parte de las potencias del pasado que fue alejada en cada cruce donde el acontecimiento eligió."7 En "De Otro al otro", dice: "todo lo que está en el mundo no se torna propiamente hecho sino en aquello que el significante se articula (...) lo que del hecho no se puede decir está designado en el decir por su falta y esto es la verdad"8. De esta forma, la teoría freudiana del discurso, explicita Masotta9, es correlativa de la constitución fáctica e histórica, básicamente concreta y radicalmente particular del sujeto. A su vez, cada significante remite al código transindividual del sujeto. En la medida en que el sujeto se "historiza", el significante "insiste" en la significación.

En esta afirmación es la misma palabra, en su carácter de testimonio, que instituye la historia. La historia no es tomada aquí como hechos y fechas, sino como significaciones, como trama de sentido. Los hechos existen en la medida en que reclaman sentido. Es siempre junto a la falta de sentido y por la exigencia de llenar esta falta que se forma el presentimiento de aquello que será su historia. Esta falta es una negación, que no es solamente ausencia, sino relación con lo ausente: deseo de lo que es imposible alcanzar y desear.

La ganancia y el riesgo de decir son que este puede abrir para nuevos sentidos, abrir para el enigma del sujeto y retirar el sujeto del refugio narcisista, enfrentándolo con la equivocación. El equívoco se refiere a que lo dicho, lo enunciado trae consigo una enunciación, o sea, va más allá de la intención y trae consigo la palabra recusada, aquello que no se quiere decir. O sea, lo dicho tiene afecto sobre aquel que habla - el proceso analítico muestra esto - pues produce una separación en si mismo y lo hace enfrentar el extrañamiento de si mismo, lo desconocido en el propio ser. De esta forma es por lo dicho que el sujeto se reconoce y se hace reconocer, siendo que lo dicho puede volver al que habla como descubrimiento, ni siempre esperado.

Otro aspecto del poder de lo dicho que justifica la vacilación de decir, tanto de parte de aquel que prohíbe el decir como del que acata la prohibición, se refiere a la incompatibilidad entre el deseo y la palabra. La relación de la palabra con lo imaginario y lo simbólico es intrincada. Ni todo lo que pertenece a la palabra es del orden de lo simbólico; puede pertenecer a la resistencia, a los efectos imaginarios y reales que la palabra es capaz de vehiculizar. El registro de lo simbólico se inscribe como una frase. Lo imaginario como una escena. La escena - la imagen congelada - escenifica el deseo y marca la incompatibilidad entre deseo y palabra. No poder enunciar el deseo lo deja fuera de la cadena de significantes y hace con que escape a la simbolización. El deseo no es dicho. El acceso a él pasa por la vía de la demanda y del síntoma. El deseo solo puede ser aprehendido a partir de su escenificación. La palabra sustituye la vivencia y, en esta medida, el decir nunca parece suficiente para expresar la vivencia, sea en su intensidad, sea en la amplitud con la que impacta al sujeto. Lanzarse en la palabra es perder el goce de la vivencia, inaprensible como tal.

Callar parece tanto preservar las vivencias, agradables o traumáticas, mantenidas incólumes, incuestionables, cuanto mantenerlos inaccesibles al Otro y aparentemente bajo el control de quien calla. En esta medida, callar puede tener la función de alienación por dos lados: por mantenerse en el refugio narcisista y por mantenerse sometido a un orden instituido como condición para pertenecer al grupo. Pero callar puede tener como función la separación - pues callando el niño puede mantener la recusa de la realidad impuesta por el adulto, una vez que el callar abre la posibilidad del diálogo interior, diálogo con el otro en nosotros. El puede facilitar la creación de lo imaginario al mantener algo íntimo, inaccesible al otro. Así, callar puede propiciar justamente, escapar de la opresión, del totalitarismo y preservarse del control del otro. De la misma forma, en ciertos dichos existe la posibilidad de producir la alienación: decir apenas lo que ya fue dicho borra la producción de nuevos sentidos y determina un lugar social inmobilizador, produciendo una imagen estática, definitiva, del sujeto.

Pero hay un otro aspecto relacionado al temor de decir que monta el juego con lo no-dicho, temor tanto del que prohíbe como del que acata lo no-dicho. Sucede que, cuando el sujeto enuncia, se pierde en el campo de la enunciación. El malestar es intrínseco pues la enunciación exige el borrado del sentido. El entra en el campo de la enunciación desprovisto del sentido que lo lleva a entrar. Cuando dice algo tiene una intención, no dice cualquier cosa. Pero se arriesga al malentendido, a no ser escuchado como le gustaría. Riesgo o, inclusive, condición del habla. La palabra captura lo disperso pulsional para el orden. Pero no todo. Los restos van a lo real y producen nuevos sentidos, mas allá del sentido inicialmente anhelado. Hay una polarización entre yo y palabra. Polarización que rige la resistencia. Hay en el dicho intencional una palabra recusada que se hace presente en los lapsos y el nos olvidos.

El decir es temido porque aquel que habla junto a otro, encuentra las vías que harán, de su palabra, su propia respuesta. Respuesta que no viene de afuera, del oráculo o de Dios, del padre, en fin, de aquel que sabe, aquel que no quiere saber sino obedecer. Lo dicho retorna a aquel que lo profiere como su propio descubrimiento, permitiéndole reconocerse y saberse reconocido. No obstante, para tener esta función es necesaria una escucha de otro. Este, que puede ser el analista, siempre es un desconocido que particulariza su palabra. La escucha torna al otro hablante.

La condición del habla en el niño, en la referencia al padre, supone que este permita que el niño oiga lo que el no quiso decir y no apenas lo que el quiere. Supone que separe del significado intencional el significante. Los restos abandonados por el enunciado son, ellos mismos, los portadores de nuevos sentidos que, cuando surgen, exigen que el sujeto renuncie la seguridad y el apoyo en el enunciado y se arriesgue al extrañamiento.

Volviendo a nuestro tema con estas formulaciones, vemos que, los padres, al decir sobre los sufrimientos, las dificultades, los errores, temen perder el control, la autoridad y la dirección de las normas, ideales y valores que pretenden trasmitir pues no es previsible el efecto de lo que el hijo va a pensar o hacer con lo que sabe. Los padres temen el riesgo de no preservar ya sea el ideal del yo, ya sea el ideal narcisista del niño, de uno de los padres, de la familia o, inclusive, de la comunidad. No decir es la solución encontrada para los que suponen que pueden destruir al niño y la relación del niño con ellos. Hay componentes morales, de culpa, frustración y de deuda, no trabajados en los padres y que alteran su relación y su discurso con el hijo. Evitan hablar de su historia como forma de evitar enfrentar la herida narcisista y de angustia que tales temas desencadenan en ellos mismos y que, suponen, están ahorrando a los hijos. Un ejemplo reciente de cómo esta forma de promoción de la alienación es diseminada es la película recientemente premiada con el Oscar 1999 La vida es bella. En esta película el niño queda sometido a percibir el mundo apenas a través de los ojos del padre.

Recordemos, no obstante, que los padres también están sometidos a los procesos inconscientes y no tienen claro lo que, en los acontecimientos, los hizo enmudecer. Y que quede claro otro punto: no abogamos hablar todo pues esto pasa por otros canales que no los analíticos, como la exposición o la confesión. Y, mas que todo, el festejado amor por la verdad puede volverse destructivo cuando se olvida que es imposible, a una enunciación, ser exhaustiva, completa y que, en el decir, están presentes lo mal dicho y el malentendido.

Al no decir, los padres no calculan otro riesgo: el efecto de supresión de significantes fundamentales para dar andamiento a la constitución subjetiva. Sin tales significantes se puede quedar apegado a un único significado, cuando lo no-dicho pasa a tener relación con el síntoma, en la medida en que se puede tanto aprisionar al niño al terror de una verdad única, inmutable y dominada por los padres, cuanto lanzarla a una repetición desactualizada y fuera de contexto.

Lacan indica algunos caminos para aprehender lo no-dicho, así como para trabajar en la clínica. Dilucida la presencia de lo no-dicho cuando afirma que "el inconsciente es ese capítulo de mi historia marcado por un blanco o ocupado por una mentira; es el capítulo censurado." Y agrega: "Pero la verdad puede ser reencontrada: frecuentemente ya está escrita en Otra parte. O sea:

- en los monumentos: mi cuerpo, esto es, el núcleo histérico de la neurosis donde el síntoma histérico muestra la estructura de un lenguaje y se descifra como una inscripción que, una vez recogida, puede, sin pérdida grave, ser destruida;

- en los documentos de archivos también: y son los recuerdos de mi infancia, impenetrables como ellos, cuando yo no conozco su proveniencia;

- en la evolución semántica: esto responde al stock y a las acepciones del vocabulario que me es particular, si como al estilo de mi vida y mi carácter;

- en las tradiciones también, y aún en las leyendas que, bajo una forma heroicizada, vehiculan mi historia;

- en los rastros, en fin, que conservan inevitablemente las distorsiones necesarias para enmendar el capítulo adulterado en los capítulos que lo encuadran, y de las cuales mi exégesis restablecerá el sentido".10

Los efectos sintomáticos de lo no-dicho

Destacaremos para analizar dos efectos de lo no-dicho observados en la clínica: la articulación de lo no-dicho de la historia con los retrasos de desarrollo y con el empobrecimiento ideativo y, segundo efecto, la repetición, en la acción del hijo, de lo no-dicho de los padres.

A - La articulación de lo no-dicho de la historia con los retrasos de desarrollo y el empobrecimiento ideativo

En la articulación de lo no-dicho de la historia con los atrasos del desarrollo y el empobrecimiento ideativo, dos preguntas pueden ser formuladas: ¿que lleva al niño a acatar el mandado de no-saber de los padres? Y ¿cómo el mandato se amplia a otros saberes, afectando el desarrollo? Es lo que ocurre con Carlos, de cuatro años, con retraso de habla, motor y la preocupación de la madre que considera que el no entiende lo que se le dice. ¿Cómo puede entender de la adopción si ni los colores sabe? Pregunta la madre. Demuestra su teoría con dos lápices de color, enseña sus colores y después le pregunta a Carlos ¿cuál es el azul? El indica el rojo, confirmando la previsión materna.

Auxiliada por este caso, señalo sintéticamente algunos aspectos que mueven al niño a acatar el mandato de no saber de los padres. Un primer punto se refiere a que la estructuración del niño se da en función del deseo de los padres: en función de este deseo organiza su Yo, cuando encarna este deseo y, de esta forma, se divide, fundando el sujeto de lo inconsciente. Pensando el ser del niño estructurándose en función del deseo de los padres es necesario, en la clínica, determinar cual es el lugar del niño en el deseo de los padres.

La familia, explica Rodulfo, es portavoz de una ley y de un imperativo que indica cierto régimen deseante familiar que sitúa el sujeto y donde, por su turno, se perpetua. Son perpetuados bajo la forma de mitos. Mitos que son definidos como archivos en que un puñado de significantes es dispuestos de cierta manera. En las situaciones en que estos significantes quedan retenidos en el discurso del Otro, Rodulfo defiende que los datos del desarrollo y fantasía son insuficientes para el trabajo analítico, principalmente cuando hay patología grave que obstruye el desarrollo; se vuelve insuficiente llevar en cuenta apenas lo intrapsíquico. "Hay algo marcado a fuego como repetición - una frase pesa con el peso del significante - no es una fantasía de su inconsciente. Se trata de la reconstrucción material de otras generaciones." Y continua diciendo que "a esta altura, es aconsejable el inventario de tantas vías clausuradas o inencontrables, en el dispositivo de los silencios del archivo familiar, observar cuantos elementos impiden que las condiciones del mito pasen al sujeto."11.

Esta explicitación nos conduce a que, confirmar el personaje, demuestra el reconocimiento de la dependencia del niño a este deseo y de su necesidad de que perdure. El niño busca, como los padres, cooperar para preservar sea el ideal del yo, sea el propio narcisismo o de uno de los padres. La alienación aquí se refiere la dependencia del sujeto al Otro, lugar de los significantes. La verdad del deseo solo puede ser alcanzada a través del Otro. En el nivel imaginario, la significación de la alienación, constituyente del Yo, aparece en la relación que estructura en el sujeto la relación dual de Yo con Yo.

Notamos, entretanto, que la alienación no es total y varias estrategias son utilizadas por el niño, indicando que la articulación del fantasma de los padres y del niño no supone relación de causa o de igualdad: destaco la estrategia de Fernando, niño adoptado con un año, obediente, producción escolar pobre, que se volvió fóbico. Es lento para responder, siempre monosilabicamente. Con una característica: antes de responder murmura bajito algo como un balbuceo. Espacio indescifrable que lo resguarda de la total sumisión. ¿Sería un esbozo de trasgresión al imperativo materno de mantenerse ignorante de un saber propio sobre su ser?

Avanzando, se observa que, al preservar el Yo, el niño preserva también el saber, con el estatuto de fantasía. No decir no es no saber. Hay que distinguir conocer de saber, saber sobre la realidad o sobre el deseo; y distinguir saber de decir. Saber y conocimiento no coinciden: el saber se refiere al sujeto, el conocimiento al Yo12. El Yo solo toma conocimiento de parte del saber del sujeto que no lo amenaza en sus premisas básicas. Ya o saber es tratado por el Yo como mera fantasía cuando su presencia en el discurso puede amenazar desmoronar la identificación. Por otra parte, tal presencia puede también lanzar al sujeto en el deseo de saber.

El deseo de saber es creado a partir del deseo de saber sobre el deseo del Otro13. Explicando: el niño percibe que el amor de su madre por él es anterior a él; quiere saber que lo causó. El padre, que supuestamente sabe sobre el deseo materno, interdicta esta búsqueda. En el caso que el niño no transgreda parte de esta interdicción, corre el riesgo de la inhibición intelectual. En la inhibición el no quiere saber sobre el deseo, lo que puede resultar en dificultades de aprendizaje.

Como investigar y aprender caminan juntos, cuando investigar es prohibido, prohíbese junto el aprender pues pasan a imperar los mecanismos de negación, represión o inhibición. O sea, en los casos de supresión de acceso a significantes fundamentales, pueden haber retrasos de desarrollo y problemas de aprendizaje.

Se trabaja por lo tanto con la idea de que, por las vicisitudes de su proceso de subjetivación, el niño no quiere saber, quiere mantenerse ignorante frente a su deseo, confirmar el personaje creado por la madre, aprisionado a ella al precio de déficit de desarrollo. A su vez el niño percibe que algo está enmascarado y forja una historia condecente, ficticia, que le da un anclaje en lo real. Se combina con las historias a su alrededor, entreverándose y callándose. De víctima de las mentiras familiares el niño se transforma en cómplice, necesitando de la connivencia para su supervivencia. El niño - y no estamos hablando de psicosis - vive como si no hubiese algo mas allá del imaginario de la madre. ¿Sería el imperio de la alienación? El analista, solitariamente, puede empeñarse en deshacer esta construcción. Inútil, cuando el niño no quiere saber. Es necesario comprender esta posición de no querer saber sobre sí. Hasta porque, recordemos, el sujeto no tiene como aprehenderse en lo que es y asegurarse en su ser pues, en esta búsqueda, encuentra la identificación imaginaria. El sujeto se aliena en el mismo momento en que se identifica con un significante, identificación necesaria con el significante que se vuelve línea maestra para el sujeto - se define y se comporta como tal, queda congelado - falta su parte viva, su goce. Falta ver, confrontarse con su goce, función del análisis14.

Como resultado tenemos que, en lugar de la trasgresión para lanzarse en el deseo de saber, el niño se aliena, vive el imaginario de la madre, actualizando en si mismo la herida narcisista materna, realizando el goce materno y no su ideal. De esta forma, la separación pasa necesariamente por la pregunta dirigida a la madre: ¿puede perder este goce? o ¿puede perder este que piensa que yo soy? Roberto, tímido y frágil, después de una sesión en que osa y brinca y, como médico, examina el cuerpo de la mujer, recorre sus orificios, no quiere entras solo en la sesión siguiente - lleva a la madre. Conversando con la madre, el niño percibe que esta continua bien y alegremente lejana e indiferente a sus descubrimientos. Permite entonces que salga y prosigue con sus investigaciones.

Estamos todavía en la problemática del goce, ahora del niño. Una forma de goce es, un vez adherida al discurso materno, el niño mantenerse ajeno a la castración que lo lanzaría como sujeto. Así hace Carlos al no saber los colores, alienándose en el goce materno, sin acceso a los significantes de la filiación; la alienación del niño en el deseo de los padres señala el fracaso de la articulación de los significantes de la filiación y de la Ley. El "sabe" que no es hijo y goza, sea no atendiendo las solicitudes e intentos de enseñarle y educarlo, sea de manera drástica, tratando de ahogarse con un plástico o hasta comiendo de la basura. Notamos en la clínica que los padres contribuyen con esto cuando se dirigen a los hijos moviéndose entre dos pares de representación del niño: la relación padres-hijos, atravesada por las subjetividades y la relación adulto-niño, atravesada por el imaginario social. La mirada adulto-niño se inscribe en las expectativas sociales de desarrollo y adaptación. Es la mirada especialista, que demanda "reparaciones" en el niño. La dimensión subjetiva queda escamoteada en esta mirada que encuentra afirmación en los pediatras, profesores, psicólogos, psicoanalistas. La madre de Carlos, frente a su comportamiento con la basura pregunta, mirándolo como un niño y no como hijo: ¿sería su familia (se refiere a la de origen) poco higiénica? ¿Cómo es en su casa? le pregunto, indicándole que es de esta familia que Carlos retira los significantes. Y llegan, por esta vía, los significantes relacionados a la sexualidad y al padre.

Cabe a la escucha psicoanalítica retomar la dimensión subjetiva, en la medida que tribuye al síntoma valor de mensaje y se centra en los significantes que dictan las reglas del juego del decir, que esclarecen el mito familiar que determina el acceso o no a los significantes de la diferenciación sexual del origen, de la filiación. En esta medida, la presencia de los padres en la consulta es un efecto de estructura que remite a la castración del niño y de los padres: trabaja la posibilidad de la separación. Se atiende a los padres para producir un efecto analítico que permita dar continuidad al análisis15.

Otro aspecto del goce es no querer saber nada sobre la castración; ¿qué es lo que el niño no quiere saber? Hacemos hincapié en la importancia de la función paterna, en su función simbólica de devolver al sujeto su enunciado, de implicar el sujeto-niño en su deseo, interdictando la relación madre-hijo y retirándolo de la posición de quien nada sabe sobre el deseo y posibilitando en el niño el deseo de saber. Cuando el padre falla en su función el sujeto no adviene. El síntoma mantiene el Yo en el goce de no saber sobre el deseo que lo anima, lo mantiene en la inocencia y en el deseo de que sepan por el. En suma, sin la substitución del deseo de la madre, por la palabra del padre, el niño no tiene acceso a lo simbólico y obstruye así como ve obstruido, su acceso a investigar y aprender.

B - La repetición en la acción de lo no-dicho de los padres

El segundo efecto de lo no-dicho de los padres, observado en la clínica psicoanalítica, es la repetición de la acción en el hijo, de lo no-dicho de los padres. Pero no es de esta forma que esto se presenta en la clínica, en la cual el hacer nos llega por los cuestionamientos de los padres sobre el comportamiento de los hijos y también cuando nos enfrentamos con sus comportamientos en las sesiones. Se observa en estas situaciones que, muchas veces, el niño o el joven, no se reconocen en lo que hacen. El hacer, apremio humano de hacerse presente, queda perturbado cuando su determinación está fuera de la apreciación del yo. Deparado con lo extraño y lo incontrolable en el propio sujeto, se constata en él, sea indiferencia, sea extrañamiento, sea impotencia frente a la propia acción, así como la falta de apropiación de su acción. Alegan entonces inocencia en sus actos o que éstos fueron accidentales, "fue sin querer" o simplemente niegan haber actuado, actitudes constantes en los llamados trastornos de comportamiento o actos antisociales.

Para problematizar la relación del sujeto con sus actos, se parte trabajando la disociación del ser y del hacer o, como diría Chico Buarque, la distancia entre intención y gesto. Ejemplifico con Luis, de cinco años, que mira, sorprendido su mano, al arrojarme un cenicero."¿A quien obedece esta mano?" pregunto, buscando palabras para expresar la perplejidad que observo. En la distancia entre intención y gesto aparece el extrañamiento, el no reconocerse a sí mismo: "no estaba en mi", "yo no sabía", diría Edipo, en la inocencia de aquel que se ve regido por el Otro. ¿A quien obedece esta mano? No al Yo, o al sujeto o al objeto - es puro Otro en mi, Otro que todo lo puede, no tiene ley, no es castrado y lanza en el horror de no ser aquel que se juzga. Y, aún así, el sujeto tendrá, a posteriori, que enfrentarse con el acto. Es por la identificación a lo que es, sin querer, que el reconocimiento se vuelve posible, en el discurso que hace surgir el significante que re-encadena, "historiza" e humaniza el acto.

Nos preguntamos cómo se da la trasmisión casi literal de lo que no es dicho, al punto del niño reproducirlo en sus actos. Esta observación también es tema del trabajo Los hijos del Holocausto y los hijos de sus hijos16 que detecta que los hijos de los sobrevivientes traían trazos seudo-sicóticos, caracterizados por la reproducción no verbal de la experiencia de los padres y por la reproducción de la relación perseguido / perseguidor en los juegos transferenciales y pregunta sobre cómo las hijas trasmiten un mundo de terror que ellas mismas no conocieran.

Agregaremos a las ideas anteriores sobre lo no-dicho y sus efectos una hipótesis de trabajo más: interrumpido el flujo del decir, bloqueados el pensamiento y las asociaciones, es en la dimensión de las acciones que aparecen las cuestiones. Freud observó este fenómeno en el análisis cuando problematizó la transferencia. Busquemos demostrar como lo no-dicho retorna en la acción del niño, a través de los conceptos de repetición e identificación y de la problemática de significación y de disociación entre el ser, el hacer y el decir, que allí se instala. Cuando la prehistoria del individuo es muy cargada, el objetivo de la omisión familiar, que tiene l función de unificación, vuelve ésta una unión que iguala los miembros, sin espacio para la diferencia e impone condiciones fraudulentas de convivencia, alienantes. La constelación del sujeto se forma en la tradición familiar por la narración de trazos que hacen la unión que incluyen o excluyen ciertos significantes, lo que puede llevar a su retorno bajo la forma de repeticiones, o sea, actos que escenifican los significantes excluidos. Retomamos aquí la idea de que lo no-dicho es ley, devenida mandato y que tiene relación con el hacer. Trabajo con la hipótesis de que lo no-dicho de los padres aparece en las fantasías repetidas y/o en los actos del niño. O, mejor dicho, la repetición es poner en acto lo mal-dicho familiar. Listamos algunas hipótesis con relación a la trasmisión de lo no-dicho. Para comprender el proceso se debe, primero, transferir el foco de la palabra para el significante. El significante no se reduce al terreno de las palabras, no reconoce la propiedad privada, no es propio de nadie; cruza, circula, atraviesa generaciones, traspasa lo individual, lo grupal, lo social17. Llega, por lo tanto, de los dos padres para el hijo que, habitualmente, articula con otros significantes para producir sentido. Pensamos que, en el caso de lo no-dicho, en la imposibilidad de articular para producir el sentido, el niño captura el significante identificándose con él y, de esta forma, produce en la acción la repetición de algo del deseo no elaborado de los padres, presente como no-dicho en su discurso. Como es significante no articulado, irrumpe en el hijo como repetición literal. Desmenuzando el proceso, a partir de observaciones clínicas, diremos que ciertos no-dichos promueven la relación con el hijo pautada por el descompás entre lo dicho y lo expresado, por la ambivalencia, que no permite al niño encajarse en una posición frente al deseo de los padres. El hijo, ávido por encajarse en la relación con el Otro, pero también airado culpabilizado por el abandono, busca el control de la situación de forma lúdica. Jugando habitualmente los niños exorcizan sus miedos buscando pasar de la posición pasiva a la activa para, buscando ser lo que temen, controlar la angustia. Pero, en estos casos, cundo buscan separarse, se da el propio movimiento de la alienación en la medida en que es desencadenada una identificación del hijo con lo no-dicho de los padres. Identificación que, pensamos, ocurre como un simulacro, un chiste que denunciaría las actitudes de los padres. Pero que, también, en virtud de la culpa, tiene función de retractación de las críticas y del odio a los padres y objetiviza, haciéndose igual, un intento de hacerse merecedor del afecto parental. En este juego, lo lúdico se pierde y deja de regular la escena, cuando quedan condensadas la experiencia de l madre y del niño, lo que aprisiona al niño en el imaginario materno. De esta manera, se comprende que en lo no-dicho de los padres expresado en el comportamiento del hijo, hay procesos de identificación que se enlazan con mecanismos de repetición, en que es el Otro que se comporta travestido de Yo. Se vive, se repite el goce del otro, para, gozando como el, volverse este otro. Es un juego en el que las posiciones son invertidas. Lo que fue vivido como objeto de goce del otro ahora es traído como sujeto. Es como en el juguete del niño La repetición es el testimonio de una ligazón que no puede ser representada, de un episodio que quedó en suspenso. Indica que, a pesar de no comprender o aceptar lo vivido, el sujeto juega con el propio ser y justifica al otro, cumple el destino de éste. Ciertos mal-dichos tienen como efecto una verdadera maldición en lo que se refiere a la construcción de la subjetividad y a la sujeción a un destino que parece ser enteramente del otro con el cual no está, en absoluto, implicado. Su comportamiento puede ser expresado por "esto habla de él". El Otro, actuando en el sujeto, le da la sensación de extrañeza. Pero antes de abordar este aspecto, que apunta a la separación, vamos a abordar el goce presente en estos comportamientos.

Todo comportamiento tiene una intención, pero, una vez desencadenado, tiene efecto imponderable en el propio sujeto, en el objeto y en el discurso del otro sobre él. Esto se debe a que el comportamiento, cualquier comportamiento, por su proximidad a la pulsión, está siempre ligado a la sexualidad, en su calidad infantil y perversa. El sujeto es dividido por la pulsión; en la cadena de significantes, el sujeto descubre algo sobre su inconsciente como saber; en la pulsión se descubre como sujeto libidinal, descubre el goce18. Las pulsiones no hablan porque se satisfacen silenciosamente en la acción, la pulsión instituye un corte con el Otro del significante y del sentido pero instaura un lazo con el deseo del Otro (no con el saber). En su urgencia de saber sobre si, el sujeto puede recurrir al acto. El acto crea una escena en lo real que escenifica el deseo y abre la posibilidad de ser hablado por el Otro. En vez de la pregunta ¿quien soy? o ¿qué quieren de mí? está la respuesta hago, luego soy - en que son producidos actos para probar la existencia. Se trata de una negación de la imposibilidad de autoconstituirse prescindiendo de la investidura del otro. Es intento de escapar de la alienación en el significante, alienación, alienación que encubre o negligencia el hecho de que, el sujeto se define no apenas en la cadena de significantes sino, al nivel de las pulsiones, desde el punto de vista de su goce con relación al otro. Pero, con la interrupción del flujo del decir, el sujeto goza, en la acción, el deseo del otro. En esta situación no hay extrañeza sino calma, a pesar de los efectos y de las quejas que los comportamientos provocan. Luego, hay goce en la actuación del deseo del Otro, goce ligado a la realización pulsional y goce por la falta de apropiación del comportamiento, ya que se refiere al Otro.

Entretanto, si el sujeto desea el goce, desearía también el reconocimiento - existir en la relación con el otro, reconocimiento no tiene nada que ver con aprobación.. "No queremos solo comida..." dicen los Titãs19. No solamente pan, no solamente goce, también sentido que articula a ambos - significante y goce - en la dimensión del lenguaje, o sea, en la relación con el Otro, de quien precisa reconocimiento para existir. No escapa, por lo tanto, de preguntarle: ¿qué quiere de mí?. La separación implica, no el saber del Otro, sino el deseo del Otro. La constatación sobre lo que soy yo en el deseo del Otro queda nublada con la coladura al deseo materno. Se vuelve, entonces, al tema de la extrañeza frente al comportamiento.

La extrañeza acontece cuando se opera la separación - solo en la separación el sujeto constata su alienación en el significante o en el goce. Se debe, argumentamos, a la constatación del sujeto de que su acción puede ser, en varias circunstancias, efecto de repetición, algo que se impone al sujeto como un azar del destino, a rebeldía del yo, pues regulado por la articulación significante que circula entre las generaciones, lo que ofusca la división yo-otro. La acción se produce en él, respondiendo a un mandato que se refiere a la ascendencia. El comportamiento como repetición hace presente lo que no puede ser rememorado20.

La repetición tiene efecto sobre la identificación pues el hacer del sujeto queda disociado del ser. Hay un impacto en el sujeto con relación a la posibilidad de un reconocimiento de sí en esta acción. Una idea que atraviesa el tema de la identificación es que esta es un modo de pensamiento que no tiene necesidad de ser justificado. Apenas se presenta como el fenómeno "soy". En esta medida, es imposible hacer conciente una representación a no ser en su destitución21 - en la separación el sujeto se desidentifica, lo que devuelve a la persona a sí misma. Solo entonces es posible extrañar y, como Luis, sorprenderse al tirar un cenicero, cuando se depara con un comportamiento que no es más suyo. Luis vino al análisis traído por la madre que, por momentos lo quería y por momentos no, cuando "se lo daba" a la abuela paterna, siempre con ruptura de vínculos. Al comienzo del tratamiento, a Luis no le importaban sus acciones: entraba en la sala insultando, escupía y insultaba por la ventana a los otros clientes que pasaban. Después de varias sesiones en que parecía insensible a las interpretaciones, pasé a imitarlo en lo opuesto a lo que decía, para exponer y hacer fallar la caricatura. O sea, si él decía, a los gritos "vos sos idiota, yo te odio" yo usaba las mismas palabras en el sentido opuesto, "Gracias, vos también sos muy idiota!"! Luis queda confuso, busca invertir las frases también y dice palabras que le queman los labios: "Vos sos buena". Pero yo salgo del juego y tomo estas palabras en el sentido usual. "Que bueno que a vos te parezca así!" - impera el sin sentido. Él dice "así no va" y yo concuerdo con él. La imitación es trabajo con la imagen, ofusca la relación yo-otro. ¿Puede ésta haber operado como una interpretación, un trabajo con la identificación, operación de ruptura? Hay que pensar estrategias clínicas que promuevan el efecto de separación. Y no solamente con el niño, cuando los síntomas están relacionados a viejos traumas familiares no elaborados, se hace necesario realizar trabajo de luto también de los padres, para impedir la obsesión de reconstruir lo que vivieron.

Termino diciendo que, en esta línea el "conócete a ti mismo" supone el reconocimiento del otro engendrado en sí mismo. Actúa como Yo que, no obstante otro, se debe apropiar del acto.

Miriam Debieux Rosa es coordinadora del Laboratorio Psicoanálisis y Sociedad del Departamento de Psicología de la USP y del Núcleo de Investigación Psicoanálisis y Sociedad del Programa de Post-grado en Psicología Social de la PUCSP. Es también profesora en la carrera de Psicología y en el Post-grado en Psicología Clínica en el Instituto de Psicología de la USP.
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1 - Ponencia realizada en la mesa Alienación y separación: impasses y posibilidades de intervención, en el Seminario de Extensión Universitaria "Psicoanálisis y Lenguaje: impasses en la constitución del sujeto", realizado en la PUC de San Pablo en 1999. Aborda el tema desarrollado en el libro Histórias que não se contam: o não-dito na psicanálise com crianças e adolescentes; San Pablo: Ed. Cabral, 2000.
2 - Freud, S. (1909) Um caso de neurose obsessiva. in Obras Completas de S. Freud, R. Jan: Ed. Delta S/A.
3 - Hago aqui, en portugués, un juego con mal dito (expresarse con imprecisión) y maldito (lanzar una maldición, una previsión funesta sobre el sujeto) que no puedo conservar en español.
4 - Julian, Philippe (1997) A feminilidade Velada. Rio de Janeiro: Ed. Companhia de Freud.
5 - Lacan, J. (1954-55) Seminário 2. O eu na teoria de Freud e na técnica psicanalítica. Rio de Janeiro: Ed. Zahar: 1085
6 - Lacan J. (1953) Escritos I. Função e campo da palavra. São Paulo: Ed. Perspectiva, 1978, p.146.
7 - Lacan, J. (1953) op. cit., p. 141 e 120.
8 - Lacan, J. (1968) Seminário 16. De Outro ao outro. Lição IV, 4 de Diciembre de 1968. Seminario no publicado. Cópia xerox, traducción al portugués de Leticia Patriota Fonseca, p.4.
9 - Masotta, O (1988) Introdução à leitura de J. Lacan. São Paulo: Ed Papirus.
10 - Lacan, J.(1978) Função e campo da linguagem em Psicanálise, Escritos I, Ed. Perspectiva, Rio de Janeiro, p.124.
11 - Rodulfo, R. (1990) O brincar e o significante. Porto Alegre: Artes Médicas, p. 21 e 52.
12 - Aulagnier, Piera (1990) Um intérprete em busca de sentido. Rio de Janeiro: Ed. Imago.
13 - Kupfer, Maria Cristina (1990) Desejo de saber. São Paulo: Tesis de doctorado. USP.
14 - Lacan, J. (1963-64) Os quatro conceitos fundamentais da Psicanálise. Seminário 11. Rio de Janeiro: Ed. Zahar.
15 - Lefort, R. e outros (1991) Niños en psicoanalisis. Buenos Aires: Ed Manantial.
16 - Virag. V. (1998)Os filhos do holocausto e os filhos de seus filhos. Texto disponible en Internet.
17 - Rodulfo, Ricardo (1990) O brincar e o significante. Porto Alegre: Artes Médicas.
18 - Lacan, J. op. cit.
19 - Verso de una canción de Titãs, grupo de música popular brasileña.
20 - Una distinción posible para comprender la acción supone separarla en dos aspectos: el acto diferente del comportamiento. El comportamiento es tomado como un fin en sí mismo, habla por sí y fija un sentido. Hay intencionalidad, relacionado a la moral y a la adaptación, al orden de lo imaginario. Es indignación, culpa, respuesta a la ascendencia. El acto se hace en nombre de algo, se refiere no a las circunstancias, sino a un real no evidente. Es del orden simbólico y se refiere a la deuda simbólica y a una descendencia.
21 - Mannoni, Octave (1992) Um espanto tão intenso. Rio de Janeiro: Ed. Campus.